Donostia, ruth pérez de anucita
(Artikulu interesgarria Deia-n argitaratua)
APSLEY Cherry-Garrard, superviviente de la dramática expediciĂłn de Scott al Polo Sur, concluyĂł tras su experiencia: "La exploraciĂłn es la expresiĂłn fĂsica de la pasiĂłn intelectual". Quizá nadie encarnĂł mejor esa idea, al menos en el ámbito vasco, que Jose Migel de Barandiaran. El prĂłximo miĂ©rcoles se cumplen dos dĂ©cadas de la muerte del sacerdote, antropĂłlogo y etnĂłgrafo vasco. Le faltaron solo diez dĂas para cumplir 102 años, y en su siglo tuvo tiempo para padecer dos guerras mundiales, la Guerra Civil, una dictadura, diecisiete años de exilio y el ocaso de una forma de vivir, que Ă©l se encargĂł de que no fuera engullida por el tiempo y la desmemoria.
¿De dĂłnde naciĂł el empeño de un joven sacerdote de Ataun para volcarse en la excavaciĂłn de yacimientos y la recogida de las leyendas del pueblo vasco? La biografĂa de la fundaciĂłn que preserva su legado y el arqueĂłlogo JesĂşs Altuna, que trabajĂł a su lado durante 30 años, coinciden en señalar una crisis de creencias, cuando estaba en el Seminario de Vitoria, terminando la carrera de sacerdote (habĂa completado nueve de los doce años). "Se planteĂł si su religiĂłn serĂa la verdadera o habrĂa otras que le podrĂan convencer más. Antes de ordenarse, quiso resolver ese tema. EmpezĂł a leer sobre la historia de las religiones, y en concreto un libro de De Broglie le tranquilizĂł plenamente", aprecia Altuna. "Era una obra que tenĂa como objetivo demostrar justamente que el cristianismo es la religiĂłn verdadera, y que JesĂşs es la Ăşnica encarnaciĂłn de Dios. La cosa es que ese libro le convenciĂł plena y definitivamente al joven Jose Migel, que tenĂa unos 22 años. Desde entonces, ya no tuvo más dudas de fe, segĂşn dice, por extraño que nos parezca", tercia el teĂłlogo Joxe Arregi.
Aunque resolviĂł sus dudas, Barandiaran siguiĂł interesado en el tema y en 1913, dos años antes de ordenarse, viajĂł a Leipzig a seguir un curso impartido por Wundt, fundador de la psicologĂa experimental y experto en la psicologĂa de los pueblos. "Fue Wundt el le dijo que no se contentara con ser un estudioso de las religiosos sino que en su pueblo encontrarĂa muchos rasgos de religiones primitivas", asegura Altuna.
Tras ordenarse, en 1916 emprendiĂł sus primeras excavaciones en Aralar -descubriĂł su primer dolmen al sentarse sobre unas "piedras" para comerse el bocadillo- y ya no abandonará nunca esta labor, primero en compañĂa de Aranzadi y Eguren -trĂo que algĂşn malicioso bautizĂł como los tres tristes trogloditas: Barandiaran siempre dijo que podĂa aceptar lo de trogloditas, pero nunca lo de tristes-, que solo se separarĂan por la Guerra Civil y sus muertes, acaecidas en 1945 y 1942, y despuĂ©s con Altuna, Jose Ignacio Barandiaran y Juan MÂŞ Apellaniz como discĂpulos, al regresar del exilio.
En paralelo a las excavaciones y los descubrimientos arqueolĂłgicos, Barandiaran se dedicĂł a recoger en los caserĂos las leyendas de Bizkaia a Zuberoa, siendo en muchos casos el Ăşltimo depositario de la fecunda transmisiĂłn oral de los mitos del pueblo vasco, que para Altuna representan su legado fundamental. "Aunque Ă©l no hubiera excavado, lo que excavĂł, los yacimientos, habrĂan quedado allĂ, sin riesgo de pĂ©rdida a menos que alguna cantera lo amenace. En cambio el aspecto etnográfico estaba perdiĂ©ndose por completo. Él conociĂł en su pueblo natal muchas creencias y leyendas vivas, y fue testigo excepcional de un siglo XX que vio cĂłmo han ido perdiĂ©ndose esos mitos hasta desaparecer por completo. Si Ă©l no los hubiera recogido, ni tan siquiera los habrĂamos conocido. Si no hubiĂ©ramos tenido a Jose Migel de Barandiaran, habrĂamos conocido el 10% de lo que conocemos sobre la mitologĂa del pueblo vasco. DescribĂa la cultura material, los aperos de labranza, cĂłmo estaban edificadas las casas, los quehaceres del pastor... Pero lo más importante es lo que no se palpa, lo que no se ve, lo que está en los sentimientos de las personas", precisa Altuna.
sus métodos
Pensar con los pies
No solo retratĂł una vida que se extinguĂa, sino que lo hizo de un modo que tambiĂ©n se desvanece en tiempos de Google, Twitter y la eficacia fugaz de internet. "Para conocer una cultura hay que vivirla. ¿Cuándo aprenderemos a pensar primero con los pies y luego con la cabeza?", rezaba uno de sus aforismos predilectos. "Es una frase muy suya. No le importaba ir al monte a excavar o a los caserĂos más lejanos a preguntar cosas, porque defendĂa que primero hay que patear el terreno y despuĂ©s elucubrar sobre ello", reafirma Altuna.
En su trabajo seguĂa un mĂ©todo "disciplinado, riguroso, bien pensado" que, advierte el arqueĂłlogo de Berastegi, "no se puede juzgar con los mĂ©todos de hoy lo que se hacĂa hace 50 años". "Dicen que no usaba carbono 14. ¡Claro, nadie lo hacĂa en su Ă©poca!", enfatiza.
No han sido las Ăşnicas crĂticas anacrĂłnicas que recibiĂł. "RecibiĂł toda clase de reconocimientos y homenajes; eso sĂ, despuĂ©s de unos primeros años difĂciles en los que tuvo que soportar muchas injurias y obstáculos por parte, sobre todo, del clero y de la jerarquĂa integrista de su propio paĂs, de su propia diĂłcesis, de su propio seminario. A la vuelta de su largo destierro de 17 años, en 1953, creo que todo el mundo le reconociĂł sus mĂ©ritos cientĂficos", puntualiza Joxe Arregi. La ficha en el franquismo, en la DirecciĂłn General de Seguridad de Madrid, lo describĂa como un "simpatizante de ideas judeo-masĂłnicas y rojo-separatistas" pese a que nunca mostrĂł interĂ©s por la polĂtica.
Recuerda Arregi que "de chaval, y por influjo del cura de Ataun, Barandiaran simpatizĂł con el partido integrista, variante del carlismo, pero en el seminario le inculcaron que un sacerdote debe evitar toda polĂtica partidista, y se alejĂł del integrismo y nunca más quiso saber nada de ningĂşn partido; eso sĂ, amaba profundamente todo lo vasco. Le he oĂdo contar a JesĂşs Altuna que una vez -creo que era en los primeros dĂas tras el golpe militar de Franco, mientras excavaba el yacimiento humano prehistĂłrico de Urtiaga (Itziar)-, unos milicianos irrumpieron en la habitaciĂłn de la pensiĂłn y le preguntaron: ¿De quĂ© partido eres tĂş? Él les respondiĂł: Si me preguntarais por quĂ© soy sacerdote os podrĂa responder, pero de polĂtica no sĂ© ni quiero saber nada".
Frente a la incomprensiĂłn de sus superiores eclesiásticos y de determinados sectores polĂticos sus investigaciones siempre cosecharon aprecio en Europa y convencieron a personas ajenas a su ideologĂa o religiĂłn, pero conscientes de la seriedad de sus trabajos. PĂo Baroja, que nunca escondiĂł su anticlericalismo, le pidiĂł que admitiese a un sobrino suyo en unas excavaciones. Era Julio Caro Baroja, entonces estudiante de AntropologĂa en la Complutense. Barandiaran y Aranzadi lo acogieron en Carranza, experiencia de la que el historiador guarda unos recuerdos extraordinarios.
"En una cueva de Bizkaia y de boca de un sacerdote catĂłlico vasco salĂa más materia universitaria que de las aulas madrileñas", concediĂł Caro Baroja en un libro que dedicĂł a su familia. Altuna discrepa parcialmente de otra observaciĂłn de Caro Baroja, que opinaba que "era más fácil llegar al alma de un casero o de una etxekoandre yendo con sotana, que con traje y pajarita" (que era la vestimenta del historiador fallecido en Bera). "SĂ y no. Lo más importante era dominar bien el euskera, porque si no, no te contaban nada. Para abrirse, hablar de las ideas, los sentimientos, las creencias, hace falta una confianza", reseña. De hecho, el euskera impregnĂł el 90% de los testimonios que recogiĂł Barandiaran. El investigador guipuzcoano respetĂł los dialectos, y subdialectos, de sus interlocutores, por lo que, sin buscarlo abiertamente, hizo una gran aportaciĂłn a la dialectologĂa vasca, reconocida por la propia Euskaltzaindia, que lo nombrĂł miembro de la academia.
La lengua vasca supuso, para Barandiaran, un todo, una forma de mirar el mundo. TambiĂ©n sacĂł provecho del conocimiento de otras lenguas. SegĂşn su sobrina Pilar Barandiaran, con la que conviviĂł medio siglo, en Sara durante el exilio, y despuĂ©s en Ataun, "al poco tiempo de haber tomado los alemanes Iparralde, trajeron a mi tĂo detenido, acusándole de estar haciendo algo sospechoso en el monte Larun. Menos mal que sabĂa alemán, porque si no, lo habrĂan fusilado allĂ mismo. Cuando fui a verle parecĂa un pollito mojado ¡Pobre! Entonces le dije: TĂo, ¿por quĂ© no les pides que te dejen llamar a Leizpig y le cuentas a tu profesor lo que te ha pasado? Hizo eso y gracias a Dios, más que una respuesta, lo que recibieron fue una orden: además de dejarle libre le dieron autorizaciĂłn para seguir con sus indagaciones en cualquier lado".
una casa abierta
Las vistas desde Larun
Las impresiones de unos y otros desembocan en el perfil de un hombre que "se hizo querer de todos por su bondad, su simplicidad, su humildad". "Siempre estaba dispuesto a ayudarte. Si tĂş consideras todo lo que publicĂł, te das cuenta de que fue una persona tremendamente ocupada durante su vida, porque todo eso no se puede hacer sin estar ocupado. Pero nunca te dirĂa que estaba cargado de trabajo, siempre atento a recibir a cualquiera, de cualquier condiciĂłn, fuera sabio o humilde. Su casa siempre estaba abierta, con una sonrisa", recuerda el antropĂłlogo guipuzcoano.
Su sobrina y cĂłmplice confirmĂł este aspecto con la descripciĂłn de la rutina: "Mientras tuvo salud, se levantaba a las seis de la mañana. Lo primero que hacĂa era rezar, luego ir a la parroquia a celebrar misa y, a eso de las nueve, volvĂa a casa para desayunar. A continuaciĂłn se sentaba en esa silla al lado de la ventana y ahĂ trabajaba hasta la una, hora de comer. En la sobremesa escuchaba la radio y, tras aparecer la televisiĂłn, la veĂa un poco. DespuĂ©s de una breve cabezadita, se levantaba, se calzaba las botas, cogĂa el bastĂłn y se iba al monte. Se iba a inspeccionar las piedras y las tierras de los montes cercanos. Pero si en su ausencia alguien venĂa a verle, yo le llamaba aullando, y Ă©l me oĂa y volvĂa silbando para indicarme que habĂa escuchado mi llamada".
"Nada más empezar a vivir en la casa (de Sara) me dijo: Niña, hasta ahora hemos vivido en las casas de otros. Y a partir de ahora vamos a hacer como San Benito: abrir la puerta a todo el que llame", recordaba su sobrina, fallecida en 2008 en una entrevista publicada por Eusko Ikaskuntza. Durante el exilio, Pilar Barandiaran tambiĂ©n constituĂa la compañĂa de su tĂo en sus paseos al faro de Biarritz- "estábamos tan cerca que parecĂa que las podĂamos tocar, mi tĂo se pasaba horas y horas en esa contemplaciĂłn", evocĂł- y despuĂ©s cuando vivĂan en Sara, al monte Larun, "desde donde divisábamos todos los montes de Euskal Herria, entre ellos el Aitxu, a cuyas faldas se encuentra Ataun. AllĂ debajo está nuestra casa, me solĂa decir emocionado".
las teorĂas
Honestidad hasta el final
Ni su afecto indisimulado por el paĂs ni su orgullo como investigador hicieron mella en su honestidad. Jesus Altuna cuenta, como prueba de su honradez, que cuando se hallaron los famosos cráneos de Urtiaga, Telesforo de Aranzadi confeccionĂł una teorĂa "muy sugerente y bonita" que, tras la muerte del cientĂfico bergararra, Barandiaran se encargĂł de divulgar. Partiendo de la idea de que los cráneos pertenecĂan a tres Ă©pocas distintas, Aranzadi deducĂa que el (tipo) vasco no llegĂł de otro lugar, sino que se desarrollĂł aquĂ a partir del cromagnon. A travĂ©s de un nuevo sistema que surgiĂł en los años 80 para hacer dataciones, Altuna, con la catedrática de Antropologia de la UPV ConcepciĂłn de la RĂşa, cuya tesis doctoral versĂł sobre el cráneo vasco, hicieron fechar los restos, y descubrieron que todos pertenecĂan al 1.500 aC, con una desviaciĂłn de más menos 45 años, lo que desbarataba la teorĂa de Aranzadi. "Lo supimos en el 88, y fui a la casa de Don Jose Migel con miedo de lo que Ă©l pudiera pensar, porque era una teorĂa muy querida para Ă©l. Cuando se lo contĂ© exclamĂł: Kontxo -esa era la máxima maldiciĂłn que decĂa-, eso lo tenĂ©is que publicar cuanto antes. Que no vengan de fuera a decĂrnoslo. TenĂa 98 años y en el ocaso de su vida, se encuentra con que desmontamos una teorĂa tan kuttune de su amigo Aranzadi, que Ă©l se encargo de extender, y su reacciĂłn fue que lo publicáramos inmediatamente: más honesto no puede ser", concluye, con orgullo, Altuna.
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